El desamparado paraíso cartesiano

 Daniel Escoto Ledesma

Qué ambición tan imponente resulta ser la búsqueda del cambio en la concepción contemporánea respecto a la forma de pensar y vivir. René Descartes, un referente esencial para más de una corriente de pensamiento –desde el escepticismo hasta el positivismo, con connotaciones diferentes, sin duda–, ahondó en la búsqueda de lo real como nadie lo había intentado en su época. Leer su trabajo, como un estudiante novato, me lleva a cuestionar qué tanto de su postura me atrapa, qué tanto me lleva al límite y qué tanto paso por alto; qué tanto se encuentra intrínseco a mí por mi cultura y mis ideales. Aún con este análisis, no lograba dejar de discutir la posibilidad de intentar señalar fallas dentro de los argumentos escépticos cartesianos. Con toda la admiración y sin el mínimo afán de caer en falacias, me adentré en Meditaciones Metafísicas, específicamente en la Primera meditación, estando atento al diálogo presentado por el filósofo, inmiscuyéndome en cada postulado y palabra.

A lo largo de la Primera meditación, Descartes se plantea la posibilidad de dudar de todas las cosas. Él argumenta que la duda es la clave para el desprendimiento de postulados falsos, de prejuicios anidados en nuestras percepciones ordinarias e impuestas. También, introduce la idea de la duda como liberadora del espíritu con respecto a los sentidos, capaz de encaminarnos a no dudar de lo que se descubra como verdadero.

El proceso que Descartes sigue a lo largo de esta Primera meditación con respecto a su escepticismo comienza con la duda: tanto la percepción de los sueños, como la idea de un genio maligno, mantienen una introducción de comparación con lo percibido. ¿Cómo tener la certeza de estar despierto si, dentro de los sueños, somos capaces de generar certeza de estar viviendo lo real? O, sobre otro postulado, ¿hasta dónde llega la bondad y la omnipotencia de un Dios que mantiene un engaño eterno? Tras la duda, argumenta que no podemos decir con certeza si lo presentado dentro del sueño, aquella existencia –o ilusión– es real, ya que la percepción de las representaciones no puede ser aclamada como certera, aún cuando la propia representación constituye la semejanza de elementos verdaderos, tales como la aritmética y geometría, que no ahondan en su existencia dentro de la naturaleza. Pero, al ser planteamientos que comienzan en dudas de índole existencial, no es posible que su resolución resida dentro de la certeza, ya que la idea pura de la duda genera imposibilidad de certificar un absoluto. El funcionamiento de su proceso argumentativo podría ser resumido de la siguiente forma:

p.i: el planteamiento de una duda compleja (si no sé con certeza ‘x’, ¿puede ser verdad?)

p.ii: la confirmación de la duda compleja (no sé con certeza ‘x’)

c: la confirmación de la propia duda (como no sé con certeza ‘x’, no es real ni verdadera)

Aún entendiendo aquel proceso argumentativo, me pregunto cómo desmenuzar la duda escéptica cartesiana. Lo básico, para mí, sería argumentar la certeza que Descartes tiene sobre sus dudas como primer oxímoron respecto al método escéptico. Un análisis que lleve, por constante, el cuestionar cada aspecto percibido, señala de base que existe un espacio certero sobre la existencia de la propia duda. Si bien es imposible mantener un método sin estructura fija, dentro del análisis escéptico existe una falla dentro del proceso de la duda de lo presentado: si se tratara de una duda constante, habría que dudar sobre la propia duda, dudar sobre ésta y continuar, terminando en una cadena sinfín de cuestionamientos sin propósito fijo ya que, como Descartes lo menciona, la duda se trata de la meditación y el conocimiento más allá de tratarse de obrar.

Con respecto a los planteamientos dentro de su primer meditación, uno de los primeros que resaltan como dubitable se encuentra en el cuarto párrafo: al momento de su análisis con respecto a la duda de su propia materia, intentando buscar razonamiento detrás de la negación de la posesión que tiene sobre sus manos y cuerpo, desacredita por completo la experiencia que ha llegado a percibir de personas descritas por él como “insensatos, cuyo cerebro está de tal manera perturbado y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente que son reyes, siendo muy pobres”[1], asegurando que su experiencia no puede ni debe ser equiparable a la de las personas que Descartes señala. Aquí, él mismo confía en un conocimiento que asienta como dudable a lo largo de su meditación al presentar la existencia de la bilis negra[2] como real cuando unos párrafos después –en el octavo– presenta a la medicina como ciencia dudosa e incierta, ya que ésta depende de conceptos compuestos; al mismo tiempo, asegura la percepción de aquellas personas como “perturbada y ofuscada”. ¿Cómo es posible generar un pensamiento escéptico absoluto con respecto a las realidades si no se cuestiona la percepción propia sobre lo visible o lo aceptado como real? Tachar la experiencia ajena como una locura irreparable da por sentado un error de percepción, más si se tiene en cuenta que no es posible verificar la experiencia de una mente que no sea la propia.

Otro de los puntos, a mi parecer, inconsistentes, se visualiza en el noveno párrafo, donde comienza su argumento con respecto a la omnipotencia de Dios. Descartes habla de que el avalar a Dios como omnipotente, abre la posibilidad de una realidad donde sólo exista lo que se percibe desde una postura totalmente ilusoria: Dios, omnipotente, es capaz de crear escenarios donde se dé por sentado lo experimentado por nosotros como real, sin tomar en cuenta que puede no serlo, gracias a la naturaleza absoluta de su vivencia. Menciona igual que existe una posibilidad de que el mismo engaño no sólo resida en la ilusión de lo que percibimos como real, sino también en la confusión de nuestra percepción, logrando una duda sobre nuestra propia perspectiva, capaz de contagiar la duda a otros. Tras este planteamiento, Descartes intenta refutarse con un supuesto al respecto de la bondad de Dios, donde supone que la benevolencia de Dios referiría a una imposibilidad de los engaños. Mi duda se genera por otro término que Descartes da por garantía dentro de sus saberes: la bondad. ¿Cómo comprobar que la bondad conocida por seres imperfectos es la misma de un ser omnipotente? Por más que la postura religiosa argumente que Dios hizo al humano a su imagen y semejanza, el mismo Descartes fue capaz de jugar con las intenciones divinas en el mismo párrafo, constituyendo la posibilidad del engaño por parte de Dios, tanto en su totalidad como en un sentido más complejo, anidando dudas dentro de la ilusión.

Con respecto a su argumento del genio maligno, lo primero que noto, aunque sea irrelevante al diálogo, es el sentido tan antropocentrista que reside en su argumento. ¿Por qué un ser capaz de generar ilusiones tan extravagantes se molestaría en generar ilusiones para un ser imperfecto y mortal? Lejos de ese cuestionamiento y acercándonos al propósito principal: ¿qué le hace pensar a Descartes que la suspensión de su juicio no es, también, parte de la ilusión del genio maligno? Él mismo argumenta que, aún el ser más astuto, no será capaz de imponerle nada a un espíritu preparado para la ausencia de credulidad. Esa certeza, en principio, no tiene coherencia con respecto a sus postulados anteriores, ya que la duda debe residir en cualquier aspecto considerado real. De igual manera, visualizar la vida sin escepticismo como somnolencia da como certera la postura escéptica, lo cual, de raíz, invalida sus propios puntos.

Tal cual se menciona dentro del planteamiento de Putnam sobre los cerebros en una cubeta: argumentar que somos cerebros en una cubeta resulta por sí mismo erróneo, autorrefutándose, ya que su realidad es parte de una imagen aparente. Termina siendo imposible referirnos a cierto tipo de cosas sin haber generado una interacción causal con éstas, llevando aquel planteamiento escéptico cartesiano con respecto al genio maligno a un callejón sin salida[3].

Para mí, el escepticismo refiere a una duda constante que termina siendo interminable: la certeza es insostenible exceptuando en el propio hecho de dudar y con verdades convenientes para cualquier pensador escéptico, así como el propio lenguaje, la individualidad y capacidad de generar pensamientos y obtener conocimiento. No sólo no llega a nada particular o excepcional por sí solo, sino que se detiene en inconsistencias y, sobre todo, termina –usualmente– en sentimientos de fatalidad y desoladores, así como el mismo Descartes menciona, comparando su propia experiencia con la del sueño de libertad de un esclavo. Hay teorías que, en práctica, sólo llevan a un paraíso desamparado, donde la mente navega tanto que pierde la concepción de la realidad. Una vida sin análisis no es vida, como bien decretó Descartes, cogito ergo sum, pero el análisis sin aterrizaje se asemeja más a un tortuoso modo de supervivencia que al placer de vivir con raíces y plenitud.

Bibliografía:

Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, Gredos, Madrid, 2011.

Putnam, Hilary, Razón, verdad e historia, Tecnos, Madrid, 1988.

[1] Descartes, René, Meditaciones Metafísicas, Gredos, Madrid, 2011, p.166

[2] Tomando en cuenta que la bilis negra no existió ni existe como entidad material empírica, aunque fue real dentro del pensamiento de la época como causante del mal de la melancolía

[3] Putnam, Hilary, Razón, verdad e historia, Tecnos, Madrid, 1988, p.15-33

Daniel Escoto Ledesma

Soy estudiante neuroqueer. No concibo una realidad sin creatividad para expresarnos y conocer, tal vez por eso decidí estudiar Filosofía en UCSJ y Lengua y Literatura, de manera simultánea, en la IEU. El desbarajuste de los pensamientos reposa y se ensambla en las letras, con la cualidad que tiene el lenguaje para ser irrepetible, aún cuando sólo contamos con un limitado alfabeto, generando infinitas ideas. La filosofía me acerca al análisis del propio pensar y sus consecuencias, la literatura me permite ver los reflejos de aquellos análisis y la escritura me libera, me acompaña y me permite ser yo. Mi sueño es encontrar cómo entremezclar la creatividad, el mundo exterior, mi esencia y lo realizable. No sé si será desde la escritura, el cine, la enseñanza, la investigación u otra vía divergente, pero lo recibiré con los brazos abiertos.